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Multiplicar el mundo, el nuestro por Fred Sancère

Me fui de Orillas Nuevas en medio del viento y bajo una lluvia torrencial.

La tormenta se encargó de regar nuestra última y hermosa velada. Pudo con nosotros, y en escasos minutos dispersó a la efímera comunidad que formamos durante esa semana que pasamos juntos. El asado en una vereda de Buenos Aires, delante del taller Yeruá, por invitación de Juan, Camila y Tato, como último recuerdo de mi presencia en vuestros pagos. El agua caía a cántaros, como obligándonos a cerrar el telón sobre ese paréntesis conjunto. Acaso fue un modo de concluir el ciclo, ya que mi estadía se había iniciado bajo el signo del agua también, siguiendo los pasos de Martín, al encuentro de Buenos Aires y sus orillas, del Río de la Plata y los lechos escondidos, las veredas elevadas de la Boca y las pelopinchos improvisadas en las calles.

De esos días, me quedo con la muy agradable sensación de haber sido recibido con suma simpleza por cada una y cada uno de ustedes. Me abrieron sus historias y sus proyectos para que pudiéramos intentar trabajar juntos en pos de su realización. Esa apertura y la disponibilidad para el intercambio nos permitieron formar en cada ocasión un dúo – acompañado en mi caso por Agustina, puente entre todas y todos nosotros. Esa apertura era necesaria para que yo pudiera intentar, a mi medida, acompañar sus ambiciones. Una apertura preciada. Más aún porque en varios casos, gracias a ustedes, pude descubrir sus trabajos de campo. Esas visitas fueron fundamentales para captar mejor las realidades que viven. Valoro la inmensa suerte que me regalaron al poder conocer sus espacios de actuación, sus talleres, sus territorios.

“Probar, fallar. No importa. Probar otra vez, fallar otra vez, fallar mejor” Samuel Beckett. En mi vida diaria, mis convicciones y mis deseos jamás me eximen de dudar, intentar, probar y a veces equivocarme. No estoy seguro de que juntos hayamos terminado de agotar los temas, ni que le hayamos encontrado solución a algunas de las problemáticas planteadas. Así y todo, lo intentamos y nos entregamos al ejercicio que consistía en hacer crecer sus historias, para que luego cada una pueda emanciparse dentro de su propia singularidad.

Era la primera vez que me encomendaban una misión de mentoría. Y fue una curiosa misión acompañarlos. La inmensa diversidad de sus escrituras, de sus trayectorias, de sus terrenos, de sus equipos, de sus esquemas de financiación, probablemente no requiriera una gran expertise, pero sí necesitaba cierto arte del bricolaje. Había que ser un poco quirúrgico. Espero haber estado a la altura de una pequeña navaja suiza. Esa que se desliza dentro del bolsillo.

Cada uno de los proyectos había despertado mi curiosidad al leerlo, y a veces todavía conservo esa curiosidad después de las horas de trabajo en común. En adelante, tengo ganas de ver cómo van a continuar. Cómo y en qué condiciones va a encarnarse cada proyecto. Con quién y dentro de qué relación con los públicos. Los contados días que pasé con sus historias generaron en mí un cariño real por ustedes y sus ideas. Espero tener la ocasión de seguirlos un poco y descubrir próximamente sus creaciones. Y espero que nos reencontremos, acá o allá.

Para terminar,

Martín, Guadalupe, Ezequiel y Rocío, Gabriela, Flor, Juan Agustín, Luciana, Isabela, Pablo, Martín, Jesús, Antonio, Gustavo, Lucas, Roger, Juan, Camila, Tato, les agradezco infinitamente el haberme recibido y el trabajo realizado;

Lucie, Mariana, Bérénice, Philippe, Frédéric, Daniela y Lorena, Instituto Francés de Argentina, Fundación Medifé, Fundación Willians, gracias por su confianza y por la invitación;

Agustina, gracias por haber prestado tu energía y tu voz a unas y otros, para así poder hacer camino juntos.

A todas y todos, una vez más gracias, me hicieron crecer.

Y ahora sí para terminar, les dejo una cita que me gusta mucho del antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro: “Si hay algo que le corresponde a la antropología, no es la tarea de explicar el mundo ajeno, sino la de multiplicar el mundo, el nuestro”.

Abrazo,

Fred