Tuvimos la alegría de participar como mentores en Orillas Nuevas, un espacio que convoca a proyectos culturales de enorme potencia, sensibilidad y compromiso con sus comunidades. En nuestra clase sobre propiedad intelectual, compartimos herramientas legales pensadas desde y para las industrias creativas. No desde el miedo ni la complejidad, sino desde la claridad, la autonomía y la posibilidad de construir una relación más estratégica con los derechos.
Después de esa primera instancia, fuimos convocados para acompañar a varios equipos en sesiones de asesoramiento personalizado. Ahí es donde más se nota el valor de este cruce entre derecho y cultura: cuando una artista encuentra la forma de formalizar una colaboración sin perder la espontaneidad del proceso; cuando un colectivo entiende que registrar su marca no es “burocracia”, sino soberanía sobre su identidad; cuando una comunidad descubre que puede usar el dominio público para crear algo nuevo y potente.
Este tipo de intercambios nos reafirman en lo que venimos trabajando: el derecho no es solo un “riesgo a contemplar”, sino un recurso que puede ser usado creativamente para proteger, proyectar y escalar ideas. Y cuando se aplica con sensibilidad al contexto, conociendo los ritmos, las lógicas y los deseos del sector cultural, se transforma en un aliado valioso.
Desde nuestro lugar, seguimos apostando a construir ese puente entre lo jurídico y lo creativo, con el compromiso de hacerlo accesible, útil y empático. Por eso, cada experiencia como esta no solo nos entusiasma, sino que también nos reafirma el camino: acompañar a quienes transforman la cultura desde sus márgenes, con herramientas legales que estén a la altura de sus sueños.
Gracias infinitas al equipo de Orillas Nuevas por abrir este espacio de encuentro, escucha y acción, y a cada proyecto por compartir su proceso con tanta entrega.
Por Agustina Laboureau y Ezequiel Canle Santamaria.






Ph Adrián Salgueiro.